domingo, 25 de mayo de 2014

¿Somos buenos o malos por naturaleza, por la educación que recibimos, o por nuestra propia voluntad?




Este tema es uno de los asuntos más populares de la filosofía, y se lleva tratando desde hace tiempo. Muchos autores han hablado de este tema en sus obras, entre los que destacan Hobbes, Locke o Rousseau.

Por una parte, Hobbes consideraba que el ser humano es egoísta y antisocial por naturaleza, decía que el hombre es un lobo para el hombre, y que el ser humano cede parte de su libertad al estado para evitar la guerra del todos contra todos. Por su parte, Locke decía que la sociedad en su origen vivía en un estado de naturaleza, en el cual poseían unos derechos como la vida, la libertad y la propiedad, pero los individuos incumplieron esta ley. Para tener una vida digna los individuos se asociaron y ceden sus derechos a los soberanos, con lo cual, este autor consideraba que el ser humano es malo por naturaleza y que el estado los permite vivir pacíficamente sin comportarse de mala manera. Y por último, Rousseau consideraba que el ser humano es bueno por naturaleza y que la sociedad corrompe a los seres humanos al lanzarlos en competencia mutua.

En mi opinión, el ser bueno o malo depende de la conciencia moral que se tenga y esta depende de la educación que se reciba y de nuestro alrededor, de modo que a medida que vamos creciendo vamos adquiriendo una conciencia moral que nos hace actuar de una manera o de otra. Así, el ser humano por naturaleza considero que no tiene conciencia moral de modo que pienso que la conciencia moral, que es la facultad que nos ayuda a valorar concienzudamente la validez de las distintas posibilidades de acción moral, tiene un origen adquirido.

En conclusión, hay muchas opiniones acerca de si somos buenos o malos por naturaleza, pero como he mencionado antes, yo pienso que el ser humano no es bueno ni malo, si no que a lo largo de la vida va adquiriendo una conciencia que le convierte en bueno o malo.

¿Nos conviene ser libres y autónomos?



Antes de determinar si nos conviene o no ser libres y autónomos, debemos definir estas dos acepciones. La libertad, es la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad, y la autonomía capacidad de una persona o cosa para ejercer independencia de otra persona o cosa, pudiendo por ejemplo, tomar decisiones propias, funcionar sin necesidad de otro aparato, entre otros. 

A lo largo de los años, la libertad se ha visto desde diferentes puntos de vista. En Grecia, era un concepto de entidad jurídico-política, es decir, que era libre quien no era esclavo. Para Sócrates, esta destruye la sociedad al empujarla a la anarquía. Más tarde, con el cristianismo, durante la Edad Media, la idea de libertad servía como base y justificación de las creencias y modos de vida irracionales, y se acabó confundiéndose con el libre albedrío. En la Edad Moderna, se reformuló la idea de libertad, hasta llegar a la concepción que se tiene hoy en día de este término.

Dentro del tema de la libertad, tenemos que hacer alusión a la responsabilidad, ya que para ser libre también se ha de ser responsable. La responsabilidad es el conocimiento previo de las consecuencias de una acción. Esta permite dirigir nuestra conducta según sus previsibles consecuencias, y nuestras acciones hacia los objetivos que nos marquemos y así ser dueños de nosotros mismos, así convirtiéndonos en seres autónomos.

Poco a poco, según vamos creciendo, vamos adquiriendo cierta autonomía y vamos dejando atrás la dependencia a los demás. Se cree que ser independiente y autónomo es mejor que ser heterónomo y depender de otros, pero en cierta medida, una sociedad se basa en la interdependencia de los miembros de esta sociedad, de modo que si todos fuésemos totalmente autónomos se produciría un estado de anomia en la sociedad. ¿Y qué es el estado de anomia?, anomia es la situación de un sociedad en la cual no existen valores morales o normas jurídicas aceptadas por el conjunto de sus miembros, por eso carece de los mecanismos básicos para un correcta cohesión. Esto, conduce a que los ciudadanos no se ayuden mutuamente, así consiguiendo que se destruya la sociedad.


En conclusión, nos conviene ser libres y autónomos, pero en una cierta medida. Hay que ser autónomo para algunas cuestiones como pueden ser pensar, estudiar o trabajar, pero para otras cuestiones es necesaria la ayuda de otras personas, de tal modo que también nos conviene ser en parte heterónomos.